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jueves, 26 de abril de 2012

EL TIO DE LOS MINEROS

En el corazón de Bolivia, en los altos páramos andinos, está la Villa Imperial de Potosí. Y junto a Potosí, el Cerro Rico, el Sumaj Orko, la que fue la mayor mina de plata de nuestro continente.

En aquella mina, allí, en el vientre de la montaña, los mineros pasaban la semana toda sin ver el sol, picando la plata, encadenados, con un mechero en la mano.  
Amaneciendo día lunes, los metían cerro adentro. Iban arreados como mulas.
 

La fabulosa mina fue descubierta en 1545, pocos años después de llegar los españoles a América. A la montaña le abrieron cinco mil túneles para sacar el mineral y llevarlo, en barcos, hasta la lejana Europa. Los mineros dormían dentro, Mascaban coca dentro para asustar al hambre. Y respiraban polvo de enfermedad, que era el llanto del cerro. El domingo salían fuera, al viento helado, desde el fondo del infierno. Y entero el domingo pasaban olvidando, bebiendo chicha para caer por el suelo.

Los españoles inventaron un truco para aterrorizar a los indios... Crearon el dios de la mina. Y les decían que ese era su dios, este dios los miraba si no trabajaban. Si robaban algo de riqueza este dios los veía. Y si pretendían escabar este dios los iba a castigar.


Era una figura imponente y horrible, de barro sucio, con cuernos, con ojos y dientes amenazantes, con un falo enorme... Este es vuestro dios, el dios de la mina. Este dios los vigilaba de día y de noche y les contaba a los amos todo lo que hacían. ¡El dios de la mina!

Los indios decía que era un diablo... un supay...  En quechua, la lengua indígena, no se pronuncia la letra “d”. “Dios” se convirtió en “tios”. Y “tios” en “tío”. El Tío de la mina.

Los mineros se acostumbraron al diablo de la mina que habían inventado los españoles. Poco a poco, le fueron perdiendo el miedo al “Tío”. Al fin y al cabo, también él estaba encerrado en los oscuros socavones. Y se dieron cuenta que era a los españoles a quien había que temer.
 

Con el Tío se hicieron amigos. Y como buenos amigos, le llevaban hojas de coca, cigarritos, y hasta un trago de alcohol fuerte, el que ellos toman para soportar la dureza del trabajo.
 

Todavía hoy, en cada nivel de la mina, hay un Tío. Un diablo feo, con cuernos, que ayuda a los mineros a encontrar las pocas vetas de plata que aún le quedan al Cerro Rico. Un diablo bueno que se puso de parte de ellos.

En las entrañas del Cerro Rico de Potosí, murieron ocho millones de indios. Ocho millones de seres humanos fueron sacrificados para enriquecer a Europa. 

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