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miércoles, 13 de junio de 2012

LA CLANDESTINIDAD DEL BURKA

Malalai Joya, luchadora por los derechos de las mujeres afganas. 


"Los de la Alianza del Norte son iguales que los talibanes... Dicen que estoy contra el islam... Dicen que soy comunista... Son los señores de la guerra..."

La llamaron Malalai, como la guerrera que llevó a los afganos a la victoria frente a los ingleses. Y ella es valiente, luchadora como ella. Malalai Joya nació el 25 de abril de 1978, en Ziken, una pequeña aldea de Afganistán. Al año siguiente, los soviéticos invadieron el país que se vio envuelto en la violencia y las guerras tribales.

Cuando tuvo cuatro años, Malalai con su padre y su madre, huyeron a Irán y luego a Pakistán... Desde ese tiempo, escaparon de Afganistan unos tres millones de refugiados. A los 16 años, Malalai se convirtió en activista social. Estudiaba y enseñaba a los niños y a las niñas refugiadas del campamento pakistaní.

En 1988, los soviéticos abandonaron Afganistán. El país se sumergió, durante 8 años, en una guerra civil entre más de 20 tribus, lideradas por guerreros musulmanes, los temibles mujahidinis. En 1996, los talibanes tomaron Kabul, la capital de Afganistan. La vida de las mujeres se convirtió en un infierno.

VOCES DE HOMBRES EN PLANOS
Las mujeres, bajo la sharia, ley islámica fundamentalista, perdieron todos sus derechos.
 
No pueden trabajar... No pueden andar descubiertas... No pueden estudiar... Ni salir solas... Ni manejar carros... 
 
Los talibanes, de la etnia pashtún, venían a “purificar la sociedad”. Malalai Joya regresó a su país con una organización de apoyo a las mujeres y siguió dando clases, esta vez de manera clandestina. 

"La mayoría de mujeres afganas odiamos la burka, ese vestido que nos cubre de pies a cabeza. Si no lo hacemos, los talibanes nos violan y nos matan. Yo también llevo un burka por mi propia seguridad. Además, así puedo llevar libros escondidos para las mujeres". 
En octubre del 2001, las tropas norteamericanas y británicas invadieron Afganistán con el pretexto de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos. Bush dijo que Afganistán protegía a Al Qaeda. Atacaremos las instalaciones militares de los talibaes y sus campos de entrenamiento de terroristas.
 

Para entonces, Malalai se había convertido en dirigenta comunitaria. Escondida, seguía animando a las mujeres a oponerse a la sharia. Los talibanes no gobernaban oficialmente, pero seguían imponiendo el terror: Cerraban escuelas, tiraban ácido a las niñas que estudiaban. Las viudas se les prohibió trabajar y la única opción es vagar por las calles pidiendo limosna...

"Estamos entre dos enemigos: los talibanes y los mujahidines por un lado, y las fuerzas de la OTAN y Estados Unidos por otro".


En el 2003, a sus 23 años, Malalai Joya fue elegida delegada ante la Loya 000 Jirga, el Gran Consejo de las Tribus Afganas. En su primera intervención denunció a los señores de la guerra que integraban ese Consejo como criminales, culpables de la guerra en Afganistán y de la violencia contra las mujeres... pidio que fueran llevados a la corte nacional e internacional.

El 2005, Malalai fue elegida a la Asamblea Nacional. Desde allí, también denunció a los Estados Unidos y a la OTAN:

"¿Estados Unidos va a traer democracia con las bombas de racimo, el fósforo blanco, o bombardeos con aviones no tripulados que matan a inocentes? No lo creo. Ninguna nación puede liberar a otra de ese modo".

Dos años después de haber obtenido su escaño, fue expulsada del Parlamento por denunciar la inutilidad del mismo Parlamento cuando dijo: "El burro lleva cargas, la vaca da leche. Este parlamento no hace nada".

Malalai tuvo que casarse en secreto. Ocultar la identidad de su marido, de sus padres, de sus amigos. Ha sobrevivido a cuatro intentos de asesinato. Ella nunca duerme en la misma casa...





"Hasta que no haya una verdadera democracia en Afganistán sé que no podré recuperar mi escaño. Ni mi sueño".

Malalai Joya ha publicado un libro, “Una mujer contra los señores de la guerra” en que narra su historia y la de su país. Viaja por el mundo pidiendo solidaridad para su pueblo y acusa a los gobiernos que apoyan a los criminales de guerra afganos.


"Cada día, cientos de niños y niñas mueren de hambre en mi país, mientras Estados Unidos gasta dos mil millones de dólares al mes para mantener su invasión".

Quiero permanecer junto a mi pueblo para siempre, quiero vivir para verlos libres. Sin embargo, si muero, seré muy feliz si visitas mi tumba. Derrama un poco de agua sobre ella y grita tres veces. Quiero escuchar tu voz.

En Afganistán, actualmente, existen leyes que protegen a las mujeres. Sin embargo, 400 mujeres y niñas siguen encarceladas por “crímenes contra la moral”, por huir de matrimonios forzados, de la violencia intrafamiliar: Palizas, apuñalamientos, quemaduras, violaciones, secuestros y amenazas de asesinato... Incluso por practicar la “zina”, prostitución forzada, luego haber sido violadas y explotadas sexualmente.

Malalai Joya sigue en la clandestinidad del burka en su propio país.
 

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