Quiero compartir con ustedes tras cuentos cortos para reflexionar:
- Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.
- Su amigo le dijo apaciblemente:
- Entonces, aún siguen teniéndote prisionero.
Nuestros enemigos no son los que nos odian, sino aquellos a quienes nosotros odiamos.
Un oso recorría constantemente, arriba y abajo, los seis metros de largo de la jaula. Cuando, al cabo de cinco años, quitaron la jaula, el oso siguió recorriendo arriba y abajo los mismos seis metros, como si aún estuviera en la jaula.
Y lo estaba... para él. Los muros que nos aprisionan son mentales, no reales.
Decía un anciano que sólo se había quejado una vez en toda su vida: Cuando iba con los pies descalzos y no tenía dinero para comprar zapatos. Entonces, vio a un hombre que no tenía pies. Y nunca volvió a quejarse.
BIBLIOGRAFÍA: Anthony de Mello, La oración de la rana, volumen 2, Sal Terrae, Bilbao 1988.
Un
ex-convicto de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había
compartido con él tan penosa experiencia:
- ¿Has olvidado ya a los nazis?
- Sí, claro.- ¿Has olvidado ya a los nazis?
- Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.
- Su amigo le dijo apaciblemente:
- Entonces, aún siguen teniéndote prisionero.
Nuestros enemigos no son los que nos odian, sino aquellos a quienes nosotros odiamos.
Un oso recorría constantemente, arriba y abajo, los seis metros de largo de la jaula. Cuando, al cabo de cinco años, quitaron la jaula, el oso siguió recorriendo arriba y abajo los mismos seis metros, como si aún estuviera en la jaula.
Y lo estaba... para él. Los muros que nos aprisionan son mentales, no reales.
Decía un anciano que sólo se había quejado una vez en toda su vida: Cuando iba con los pies descalzos y no tenía dinero para comprar zapatos. Entonces, vio a un hombre que no tenía pies. Y nunca volvió a quejarse.
BIBLIOGRAFÍA: Anthony de Mello, La oración de la rana, volumen 2, Sal Terrae, Bilbao 1988.
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