Pauline Tangiora, anciana maorí de Nueva Zelanda, al ser preguntada por cuál era
para ella la virtud más importante, dijo: «el coraje». «¿por qué exactamente el coraje?» Respondió:
«Necesitamos tener coraje para alzarnos en favor del derecho donde reina la injusticia. Sin coraje no se puede llegar a la cima de ninguna montaña; sin coraje nunca podrás llegar al fondo de tu alma. Para enfrentarte al sufrimiento, necesitas tener coraje; sólo con coraje puedes tender la mano al caído y levantarlo. Necesitamos coraje para engendrar hijos e hijas para este mundo. Para encontrar el coraje necesario tenemos que unirnos al Creador. Es Él quien suscita en nosotros coraje en favor de la justicia».
Yo añadiría: hoy necesitamos coraje para denunciar las espejismos del sistema neoliberal, cuyas tesis han sido rigurosamente refutadas por los hechos; coraje para reconocer que no vamos al encuentro del calentamiento global sino que estamos ya dentro de él; coraje para mostrar los nexos causales entre los innegables eventos extremos, consecuencias de este calentamiento; coraje para revelar que Gaia está buscando el equilibrio perdido, lo que puede implicar la eliminación de millares de especies y, si no tenemos cuidado, también de la nuestra; coraje para acusar la irresponsabilidad de quienes toman decisiones, que siguen todavía con el vano y peligroso objetivo de crecer y crecer, sacando de la Tierra bienes y servicios que ella ya no puede reponer y por eso hacen que se debilite día a día; coraje para reconocer que el rechazo a cambiar el paradigma de relación con la Tierra y el modo de producción puede llevarnos irrefrenablemente a un camino sin retorno comprometiendo de este modo nuestra civilización; coraje para hacer la opción por los pobres contra su pobreza y en favor de la vida y de la justicia.
Necesitamos coraje para sostener que la civilización occidental está en declive fatal, sin capacidad de ofrecer una alternativa al proceso de mundialización; coraje para reconocer la ilusión de las estrategias del Vaticano para recuperar la visibilidad perdida de la Iglesia y las falacias de las iglesias mediáticas que rebajan el mensaje de Jesús a un sedativo barato para alienar las conciencias de la realidad de los pobres, en un proceso vergonzoso de infantilización de los fieles; coraje para anunciar que una humanidad que llegó a percibir a Dios en el universo, portadora de conciencia y de responsabilidad, puede todavía rescatar la vitalidad de la Madre Tierra y salvar nuestro ensayo civilizatorio; coraje para afirmar que, quitando y sumando todo, la vida tiene más futuro que la muerte y que un pequeño rayo de luz es más potente que todas las tinieblas de una noche oscura.
El cardenal Arns quien se opuso a los que nos secuestraron la democracia, y detenían, torturaban y asesinaban en nombre del Estado de la Seguridad Nacional en Brasil, dijo tambien: «valor, adelante, de esperanza en esperanza», y el mismo infundía este coraje.
Para anunciar y denunciar todo esto, como hacía el cardenal Arns y la indígena maorí Pauline Tangiori, necesitamos coraje, mucho coraje.
«Necesitamos tener coraje para alzarnos en favor del derecho donde reina la injusticia. Sin coraje no se puede llegar a la cima de ninguna montaña; sin coraje nunca podrás llegar al fondo de tu alma. Para enfrentarte al sufrimiento, necesitas tener coraje; sólo con coraje puedes tender la mano al caído y levantarlo. Necesitamos coraje para engendrar hijos e hijas para este mundo. Para encontrar el coraje necesario tenemos que unirnos al Creador. Es Él quien suscita en nosotros coraje en favor de la justicia».
Yo añadiría: hoy necesitamos coraje para denunciar las espejismos del sistema neoliberal, cuyas tesis han sido rigurosamente refutadas por los hechos; coraje para reconocer que no vamos al encuentro del calentamiento global sino que estamos ya dentro de él; coraje para mostrar los nexos causales entre los innegables eventos extremos, consecuencias de este calentamiento; coraje para revelar que Gaia está buscando el equilibrio perdido, lo que puede implicar la eliminación de millares de especies y, si no tenemos cuidado, también de la nuestra; coraje para acusar la irresponsabilidad de quienes toman decisiones, que siguen todavía con el vano y peligroso objetivo de crecer y crecer, sacando de la Tierra bienes y servicios que ella ya no puede reponer y por eso hacen que se debilite día a día; coraje para reconocer que el rechazo a cambiar el paradigma de relación con la Tierra y el modo de producción puede llevarnos irrefrenablemente a un camino sin retorno comprometiendo de este modo nuestra civilización; coraje para hacer la opción por los pobres contra su pobreza y en favor de la vida y de la justicia.
Necesitamos coraje para sostener que la civilización occidental está en declive fatal, sin capacidad de ofrecer una alternativa al proceso de mundialización; coraje para reconocer la ilusión de las estrategias del Vaticano para recuperar la visibilidad perdida de la Iglesia y las falacias de las iglesias mediáticas que rebajan el mensaje de Jesús a un sedativo barato para alienar las conciencias de la realidad de los pobres, en un proceso vergonzoso de infantilización de los fieles; coraje para anunciar que una humanidad que llegó a percibir a Dios en el universo, portadora de conciencia y de responsabilidad, puede todavía rescatar la vitalidad de la Madre Tierra y salvar nuestro ensayo civilizatorio; coraje para afirmar que, quitando y sumando todo, la vida tiene más futuro que la muerte y que un pequeño rayo de luz es más potente que todas las tinieblas de una noche oscura.
El cardenal Arns quien se opuso a los que nos secuestraron la democracia, y detenían, torturaban y asesinaban en nombre del Estado de la Seguridad Nacional en Brasil, dijo tambien: «valor, adelante, de esperanza en esperanza», y el mismo infundía este coraje.
Para anunciar y denunciar todo esto, como hacía el cardenal Arns y la indígena maorí Pauline Tangiori, necesitamos coraje, mucho coraje.
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